El alcohol es una sustancia cuyo consumo requiere de
extremos cuidados, ya que su ingesta moderada puede recaer en grandes
beneficios e incluso complementar las bondades del ejercicio físico, pero un
poco demás puede ser realmente nocivo y alterar la práctica de deportes.
El consumo de alcohol no está prohibido en todas las disciplinas deportivas,
pero sí en algunas donde se requiere de precisión para manejar vehículos o
herramientas como por ejemplo, arquería, automovilismo, karate u otros.
Si bien en el resto de los deportes la ingesta de alcohol no está reglamentada,
ésta puede influir grandemente en el rendimiento, la fuerza y la coordinación.
El etanol afecta el sistema nervioso pudiendo provocar en un primer momento
euforia y mayor fuerza, pero el efecto final es depresivo, es decir, deprime
las capacidades del individuo para actuar ante cualquier situación y reduce los
reflejos.
Como consecuencia, los movimientos se ralentizan, la coordinación disminuye y
si su ingesta fue excesiva puede ocasionar alteraciones en la visión.
Por otro lado, el alcohol actúa como diurético lo cual puede propiciar un
cuadro de deshidratación durante la práctica deportiva, y debido a que su
ingesta incrementa la pérdida de líquidos, también se produce una pérdida mayor
de vitaminas y minerales esenciales para el adecuado desempeño deportivo como
el potasio, magnesio, fósforo y calcio.
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